Me quedé sorprendido. Las personas que triunfan, suelen tener un lema o una idea fija que les marca de por vida, y le pregunté por el suyo.
Él había triunfado y todo lo que
hizo fue extender su mano y señalarme en la pared una foto. Una
simple foto de una butaca vacía.
- “Ese es mi lema preferido”.
- Pero no lo entiendo. Le dije.
- Te lo explico. Me contestó. -
Cuando más interesante es la programación, hay una butaca vacía
delante del televisor. Cuando en el estadio se juega la final de
fútbol, una butaca vacía es mudo espectador. Cuando en el cine se
proyecta el último estreno, destaca una butaca vacía entre tanto
público. Siempre hay una butaca vacía en los ratos de ocio, en
alguna parte de España. Una butaca obstinadamente vacía que nos
recuerda a todos la ausencia de alguien”.
- ¿De quién?, pregunté. ¿De una
persona ilustre a la que se le guarda el sitio por respeto? ¿De un
ser querido que no puede asistir? ¿De un político? ¿de un
banquero?
- Te equivocas. La respuesta es
mucho más sencilla. Esa butaca corresponde a una de tantas miles de
personas, que han decidido estudiar. Gente sencilla, que sabe que en
esta sociedad nadie le guarda el sitio a nadie, si antes no se lo
gana a fuerza de coraje y de fe en uno mismo. Son la gente que se
encierra en una habitación e hincan los codos, y aprenden, cuando
lo normal es quedarse delante de la tele o salir con los amigos a
dar una vuelta. Gente así es la que deja simbólicas butacas vacías
entre los demás durante un tiempo. Después, salen de nuevo a la
luz y no para ocupar una butaca, sino el lugar que les corresponde.
Se les distingue fácilmente porque generalmente tienen uno o varios
diplomas detrás.
Suso.
Publicado en “Palabras” nº
11. Abril de 1986.
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