Nombre y durante qué años
estuviste en el cargo?
Benjamín Ruiz
Collados. Desde la Ronda 1997-98 hasta la 2000-01, si no me equivoco.
¿Cómo llegaste al grupo?
Mi hermano
Migue, unos primos (Vicente y Javier Muñoz) y algún vecino
(Alejandro Ricós) ya llevaban unos cuantos años apuntados al grupo,
así que bueno, mis padres no se lo pensaron demasiado antes de
llevarme a los locales al inicio de la Ronda 1980-81 a ver si me
gustaba y, sí, me gustó y mucho.
Sin duda, los
cinco años que pasé en Manada. No sé que echaban en esa época en
el ponche Baloo, pero me metieron en vena toda la esencia del
escultismo y, sin acabar de entender muy bien de qué iba todo
aquello, su espíritu me caló hasta los huesos. Como scout, poco o
nada más me aportó el paso por el resto de las secciones mayores
que no llevara ya en mi pequeña mochila de lobato que heredé de mi
hermano (una Altus azul sin hierros). A partir de entonces, intenté
compartir con todo el que se acercaba al grupo esa magia que sentía
y que parecía llegar del principio de los tiempos, de entre las
sombras que el fuego proyectaba hacia el fondo del bosque en las
noches de velada. Esa magia que se destilaba de la inesperada emoción
que te asaltaba cuando presenciabas el final del rastro del lobato
más veterano, que con lágrimas en los ojos y de la mano de Akela,
marchaba por una senda sin retorno para continuar su caza en la Tropa
Castores. Sentías como toda la selva lloraba su partida… Para un
niño, todas aquellas sensaciones eran de una intensidad brutal, y
como bien sabéis los que las habéis vivido y sentido antes,
resultan para siempre imborrables.
¿Y scouter?
Como scouter,
la experiencia más aleccionadora fue, sin duda, con la Unidad
Pioneros Samaruc. En lo personal fueron años muy duros para todos
los que conocíamos y queríamos a Yolanda (cuánto nos pesa todavía
su ausencia), pero la energía que dejó el rastro de su estela al
dejarnos nos empujó con fuerza a todos los que estábamos a su
alrededor en ese momento para sacar adelante la gran empresa que nos
habíamos planteado a principios de la Ronda 1997-98: llevar al
Wig-Wam por tercera vez en su historia al Campamento Internacional de
Kandersteg, en Suiza. Fue mi primer año como scouter en pioneros y,
aparte de los preparativos del viaje a Suiza, me tocó además
dirigir un campamento de verano realmente complicado de gestionar:
compartíamos lugar (la Majada
de la Vacas, en Orihuela del Tremedal)
y programación de actividades con el G.S. Ímpetus, un grupo de
Scouts Valencians, e íbamos sin apenas Equipo de Cocina (hubo días
en que “el equipo” lo formábamos únicamente el tío Toni y yo),
así que el verano resultó de lo más estresante. Al final,
afortunadamente y para sorpresa de más de uno, todo salió según lo
previsto.
Nada,
absolutamente nada de lo conseguido en esa inolvidable Ronda hubiera
sido posible sin el esfuerzo y la dedicación de la persona con la
que compartía equipo, David Ruiz, mi primo. Su capacidad de trabajo
y esa actitud vital y optimista que le caracterizan, nos ayudó a
todos a conseguir los ambiciosos objetivos que nos habíamos
propuesto a pesar de todas las adversidades, que no fueron pocas, ni
pequeñas (en nombre de todos, eternamente agradecido, primo).
El segundo año
en pioneros fue bastante más relajado. Repetíamos David y yo en el
equipo, y esa Ronda se nos unió Luis Emilio (en código interno, “la
becaria”;)) aportando nuevos bríos y diferentes e interesantes
ideas que ayudaron a ventilar
una forma de trabajar que tal vez había llevado a acomodarnos a mi
primo y a mí en demasía.
No me gustaría
acabar con esta cuestión sin dedicar un cariñoso recuerdo a quienes
dieron sentido a tanto desvelo: nuestros queridos pioneros (aunque
mayoritariamente fueran pioneras)… nos lo creímos y lo
conseguimos, ¡Grande chic@s!
¿Cuánto tiempo estuviste en el
grupo antes de ser Jefe de Grupo?
Unos 17 años.
¿Por qué decidiste ser Jefe de
Grupo?
Primero, la
Comisión Gestora, con mi primo David y José Luis Molina a la
cabeza, no me dio mucha más alternativa y, la verdad, fueron
bastante persuasivos a la hora de “venderme” las bondades del
cargo. Y segundo, acepté pensando que con el cumplimiento de este
último servicio, de alguna manera devolvía al Wig-Wam todo lo bueno
que me había aportado durante tantos años. Con el tiempo reconozco
que no fue suficiente. De algún modo sigo sintiéndome en deuda con
mi viejo grupo.
¿Qué es lo mejor de ser Jefe de
Grupo?
Representar a
un grupo humano y un modo de hacer escultismo, reconocidos y
reconocibles tanto desde dentro como desde fuera del grupo. De
Benicalap al mundo.
¿Y lo peor?
Tener que
adoptar decisiones susceptibles de confrontamiento dentro del Kraal o
tomar partido por posturas que no acaban de gustar a la mayoría pero
que estás convencido de que es lo mejor para la buena marcha del
grupo. A veces era un poco agotador estar buscando constantemente el
equilibrio dentro del Consejo, pero tuve la suerte de coincidir con
una generación de scouters y un Comité de padres tan comprometidos
o más que su Jefe de Grupo con la causa, así que aprovecho la
ocasión para agradecerles a todos su paciencia, colaboración y
comprensión, algo que me facilitó muy mucho el desempeño del
cargo. Éramos una pequeña gran familia muy bien avenida.
Ilusión,
compromiso y un Kraal unido que te respalde y apoye en todo momento
para no sentirte nunca solo, y en el que poder delegar si se da el
caso.
¿Qué acto te gustaba más cuando
eras jefe de grupo? ¿Por qué?
Como Jefe de
Grupo, mi “acto” preferido era el Consejo de Grupo de principio
de Ronda donde se decidían los nuevos equipos de scouters. Era de
largo el Consejo más esperado del año, incluso por los chavales.
Recuerdo a pioneros y claneros expectantes en la puerta del local
esperando conocer la alineación del equipo de scouters que les
tocaba en suerte la Ronda que empezaba. A veces había que hacer
encaje de bolillos para aunar preferencias personales y necesidades
de sección, pero me parecían reuniones muy estimulantes. La gente
echaba el resto por defender su postura como en ningún otro Consejo
y, por la cuenta que les traía, nadie desconectaba durante esas
sesiones. Eran reuniones donde el grado de implicación de la gente
se mostraba de forma muy evidente. Resultaban ciertamente excitantes.
¿Y cuál menos?
Con
diferencia, las sesiones de trabajo para la elaboración del PEG
(Proyecto Educativo de Grupo), que eran un auténtico plomazo. Como
scouter o miembro del Comité te podías permitir el lujo de
desconectar, escaquearte de vez en cuando o hacer como
que sí pero no… Pero como
Jefe de Grupo no debías escurrir el bulto y había que estar en todo
momento el pie del cañón y a la altura de las circunstancias que
imponía tan importante labor, o por lo menos intentarlo y, en
cualquier caso, siempre parecerlo. Confieso que no siempre lo
conseguí.
Con el paso del tiempo... ¿cómo
ves tu paso por la Jefatura de Grupo?
Lo he acabado
apreciando como un extraño honor del que sigo dudando haber sido
merecedor, pero que de cualquier manera, como experiencia,
recomendaría encarecidamente a todos los miembros en activo del
Kraal. Sin miedo.
¿Algo más que añadir?
Sí, unas
palabrillas para todos los chicos y chicas que hoy dan vida al
Wig-Wam: no olvidad seguir llenando cada día la mochila de anhelos y
esperanza, y si no podéis cambiar de horizonte, cambiar la
perspectiva. Cuarenta y cinco años de historia os empujan a seguir
hacia delante. Ánimo.
Y como no…
Buena Caza.
Muy bonito, parece que fue ayer,
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