domingo, 26 de mayo de 2013

Benjamín Ruiz

Nombre y durante qué años estuviste en el cargo?
Benjamín Ruiz Collados. Desde la Ronda 1997-98 hasta la 2000-01, si no me equivoco.

¿Cómo llegaste al grupo?
Mi hermano Migue, unos primos (Vicente y Javier Muñoz) y algún vecino (Alejandro Ricós) ya llevaban unos cuantos años apuntados al grupo, así que bueno, mis padres no se lo pensaron demasiado antes de llevarme a los locales al inicio de la Ronda 1980-81 a ver si me gustaba y, sí, me gustó y mucho.

¿Qué sección recuerdas cómo en la que mejor te lo pasaste sin scout? ¿Por qué?
Sin duda, los cinco años que pasé en Manada. No sé que echaban en esa época en el ponche Baloo, pero me metieron en vena toda la esencia del escultismo y, sin acabar de entender muy bien de qué iba todo aquello, su espíritu me caló hasta los huesos. Como scout, poco o nada más me aportó el paso por el resto de las secciones mayores que no llevara ya en mi pequeña mochila de lobato que heredé de mi hermano (una Altus azul sin hierros). A partir de entonces, intenté compartir con todo el que se acercaba al grupo esa magia que sentía y que parecía llegar del principio de los tiempos, de entre las sombras que el fuego proyectaba hacia el fondo del bosque en las noches de velada. Esa magia que se destilaba de la inesperada emoción que te asaltaba cuando presenciabas el final del rastro del lobato más veterano, que con lágrimas en los ojos y de la mano de Akela, marchaba por una senda sin retorno para continuar su caza en la Tropa Castores. Sentías como toda la selva lloraba su partida… Para un niño, todas aquellas sensaciones eran de una intensidad brutal, y como bien sabéis los que las habéis vivido y sentido antes, resultan para siempre imborrables.

¿Y scouter?
Como scouter, la experiencia más aleccionadora fue, sin duda, con la Unidad Pioneros Samaruc. En lo personal fueron años muy duros para todos los que conocíamos y queríamos a Yolanda (cuánto nos pesa todavía su ausencia), pero la energía que dejó el rastro de su estela al dejarnos nos empujó con fuerza a todos los que estábamos a su alrededor en ese momento para sacar adelante la gran empresa que nos habíamos planteado a principios de la Ronda 1997-98: llevar al Wig-Wam por tercera vez en su historia al Campamento Internacional de Kandersteg, en Suiza. Fue mi primer año como scouter en pioneros y, aparte de los preparativos del viaje a Suiza, me tocó además dirigir un campamento de verano realmente complicado de gestionar: compartíamos lugar (la Majada de la Vacas, en Orihuela del Tremedal) y programación de actividades con el G.S. Ímpetus, un grupo de Scouts Valencians, e íbamos sin apenas Equipo de Cocina (hubo días en que “el equipo” lo formábamos únicamente el tío Toni y yo), así que el verano resultó de lo más estresante. Al final, afortunadamente y para sorpresa de más de uno, todo salió según lo previsto.
Nada, absolutamente nada de lo conseguido en esa inolvidable Ronda hubiera sido posible sin el esfuerzo y la dedicación de la persona con la que compartía equipo, David Ruiz, mi primo. Su capacidad de trabajo y esa actitud vital y optimista que le caracterizan, nos ayudó a todos a conseguir los ambiciosos objetivos que nos habíamos propuesto a pesar de todas las adversidades, que no fueron pocas, ni pequeñas (en nombre de todos, eternamente agradecido, primo).
El segundo año en pioneros fue bastante más relajado. Repetíamos David y yo en el equipo, y esa Ronda se nos unió Luis Emilio (en código interno, “la becaria”;)) aportando nuevos bríos y diferentes e interesantes ideas que ayudaron a ventilar una forma de trabajar que tal vez había llevado a acomodarnos a mi primo y a mí en demasía.
No me gustaría acabar con esta cuestión sin dedicar un cariñoso recuerdo a quienes dieron sentido a tanto desvelo: nuestros queridos pioneros (aunque mayoritariamente fueran pioneras)… nos lo creímos y lo conseguimos, ¡Grande chic@s!

¿Cuánto tiempo estuviste en el grupo antes de ser Jefe de Grupo?
Unos 17 años.

¿Por qué decidiste ser Jefe de Grupo?
Primero, la Comisión Gestora, con mi primo David y José Luis Molina a la cabeza, no me dio mucha más alternativa y, la verdad, fueron bastante persuasivos a la hora de “venderme” las bondades del cargo. Y segundo, acepté pensando que con el cumplimiento de este último servicio, de alguna manera devolvía al Wig-Wam todo lo bueno que me había aportado durante tantos años. Con el tiempo reconozco que no fue suficiente. De algún modo sigo sintiéndome en deuda con mi viejo grupo.

¿Qué es lo mejor de ser Jefe de Grupo?
Representar a un grupo humano y un modo de hacer escultismo, reconocidos y reconocibles tanto desde dentro como desde fuera del grupo. De Benicalap al mundo.

¿Y lo peor?
Tener que adoptar decisiones susceptibles de confrontamiento dentro del Kraal o tomar partido por posturas que no acaban de gustar a la mayoría pero que estás convencido de que es lo mejor para la buena marcha del grupo. A veces era un poco agotador estar buscando constantemente el equilibrio dentro del Consejo, pero tuve la suerte de coincidir con una generación de scouters y un Comité de padres tan comprometidos o más que su Jefe de Grupo con la causa, así que aprovecho la ocasión para agradecerles a todos su paciencia, colaboración y comprensión, algo que me facilitó muy mucho el desempeño del cargo. Éramos una pequeña gran familia muy bien avenida.

¿Qué crees que se necesita para ser Jefe de Grupo?
Ilusión, compromiso y un Kraal unido que te respalde y apoye en todo momento para no sentirte nunca solo, y en el que poder delegar si se da el caso.

¿Qué acto te gustaba más cuando eras jefe de grupo? ¿Por qué?
Como Jefe de Grupo, mi “acto” preferido era el Consejo de Grupo de principio de Ronda donde se decidían los nuevos equipos de scouters. Era de largo el Consejo más esperado del año, incluso por los chavales. Recuerdo a pioneros y claneros expectantes en la puerta del local esperando conocer la alineación del equipo de scouters que les tocaba en suerte la Ronda que empezaba. A veces había que hacer encaje de bolillos para aunar preferencias personales y necesidades de sección, pero me parecían reuniones muy estimulantes. La gente echaba el resto por defender su postura como en ningún otro Consejo y, por la cuenta que les traía, nadie desconectaba durante esas sesiones. Eran reuniones donde el grado de implicación de la gente se mostraba de forma muy evidente. Resultaban ciertamente excitantes.

¿Y cuál menos?
Con diferencia, las sesiones de trabajo para la elaboración del PEG (Proyecto Educativo de Grupo), que eran un auténtico plomazo. Como scouter o miembro del Comité te podías permitir el lujo de desconectar, escaquearte de vez en cuando o hacer como que sí pero no… Pero como Jefe de Grupo no debías escurrir el bulto y había que estar en todo momento el pie del cañón y a la altura de las circunstancias que imponía tan importante labor, o por lo menos intentarlo y, en cualquier caso, siempre parecerlo. Confieso que no siempre lo conseguí.

Con el paso del tiempo... ¿cómo ves tu paso por la Jefatura de Grupo?
Lo he acabado apreciando como un extraño honor del que sigo dudando haber sido merecedor, pero que de cualquier manera, como experiencia, recomendaría encarecidamente a todos los miembros en activo del Kraal. Sin miedo.

¿Algo más que añadir?
Sí, unas palabrillas para todos los chicos y chicas que hoy dan vida al Wig-Wam: no olvidad seguir llenando cada día la mochila de anhelos y esperanza, y si no podéis cambiar de horizonte, cambiar la perspectiva. Cuarenta y cinco años de historia os empujan a seguir hacia delante. Ánimo.

Y como no… Buena Caza.




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